lunes, 30 de agosto de 2010

curiosidad no instruida (8/8)

El vino a medio tomar, los platos todavía sucios en la cocina, las migas del pan ensuciando el suelo junto con tu remera puesta de manera inmejorable tras el respaldo del sillón, encabezan la lista de cosas poco cotidianas en mi monoambiente.
Junto a tu remera, pero más a la derecha, debajo de la biblioteca y tras la ciega mirada de Borges, yace inmóvil una de tus medias aún húmeda. Está aplastada contra la solapa de un libro de historia.
Tuvimos que esperar a que el día termine para que todo comience realmente. Entre besos aún desordenados y caricias tibias tu ropa se acumula en el piso, la soledad es menos amarga y empiezo a descubrir cómo se siente tu mano caminar por mi espalda. Todo comienza realmente. La luz del velador se apaga, la luz de la calle nos alumbra, el recuerdo de mí en soledad desaparece.
El tiempo se me va de las manos y por fin llega el momento en que tus ojos hinchados, tu nariz roja y tus manos frías me reciben.

sábado, 28 de agosto de 2010

curiosidad no instruida (7/8)

Tuvimos que esperar a que el día termine para que todo comience realmente, ahora ya sabés quien soy…

viernes, 27 de agosto de 2010

curiosidad no instruida (6/8)

La tarde se hace eterna, el saber que falta cada vez menos me acelera, me impacienta. Salgo tras tu búsqueda. Tal como en los sueños camino cauteloso, pero seguro de mis movimientos, me dirijo hacia esa calle, me paro junto al semáforo y esa boca púrpura es reconocida por mí, tu pelo suelto se posa en tu cuello con tanta naturalidad. Ahora que te vi dejaste de ser la que creí, ya sos vos. El tiempo se detiene a contemplarte. El semáforo en rojo permite que avances por la senda peatonal, hasta que por fin tus ojos me reconocen.
Todo termina siendo tal como lo arreglamos, me encuentro parado ahí donde acordamos, esperándote bajo mi paraguas con una sonrisa, mi mejilla por fin se posa en la tuya, tus labios violetas me saludan y entramos con total naturalidad al bar que tanto te gusta, sin que sepas (aun) que yo soy yo. No es tan temprano como parece, pero ahora tenés tiempo de ocultarte bajo un bar y esperar que deje de llover…

martes, 24 de agosto de 2010

curiosidad no instruida (5/8)

Quiero que sea de noche para encontrarte, como tantas veces lo soñé, sé que todo va a ser tal como en nuestros sueños acordamos, ansío encontrarnos al salir del trabajo y verme parado ahí, en esa esquina donde pactamos, esperándote cerca de ese bar, que tanto te gusta, para así poder beber con mi mejilla, de tu cachete, las lágrimas que tus ojos no lloran, esas lágrimas grises. Y por fin, en ese saludo que tanto espero y deseo, conocerte.

viernes, 20 de agosto de 2010

curiosidad no instruida (4/8)

Espero que te enfermes porque sé (aunque vos todavía no seas conciente de eso) que yo voy a ser quien te mantendrá abrigada, quien preparará el desayuno y te lo llevará a la cama, sé, aunque vos aún no, que juntos disfrutaremos, tendidos en la cama, ver cómo se estrellan esas gotas en la ventana, cómo el sol se esconde tras esa coraza grisácea de nubes, cómo la claridad de la mañana se contrapone con la oscuridad del día.
No quiero verte quejarte del tiempo que está haciendo, porque presiento que vos deseas, tanto como yo, que el día siga así. Sé que con fuerzas (sin saberlo aún, sin saberlo) vas a dejar salir a flote ese segundo estornudo, sé que tus ojos hinchados, tu nariz roja y tus manos frías me esperan…

parte 1/8 ; parte 2/8 ; parte 3/8

miércoles, 18 de agosto de 2010

curiosidad no instruida (3/8)

No me vengas ahora con que te gusta caminar bajo la lluvia, cuando en realidad sólo te gusta caminar bajo un par de gotas insignificantes que no alcanzan a mojarte. No me mientas, porque tu rostro no oculta el disgusto. A esta hora llueve a gritos, estas sin paraguas y el semáforo, aún en verde, te impide cruzar. Un semáforo te separa del edificio donde te espera tu oficina y tú día. Pero el semáforo no cambia, llueve a gritos y lo que era una sonrisa se convirtió en una línea horizontal por donde un río de gotas avanza, deteniéndose unos instantes para continuar su paso inevitable hacia el piso.
No espero ver tu cara redonda malhumorada y mucho menos quiero oír quejarte del día tormentoso, sólo espero que a la tarde, cuando aún le queden unas horas para que finalice este viernes, cuando aún falte tiempo para que llegue tu ansiado fin de semana, espero que la humedad de tu ropa empiece a picarte, que empiece a molestarte, así como las medias (necesariamente húmedas) enfríen tus pies y entre palabras y palabras dejes entrever ese primer estornudo.


parte 1/8 aqui

parte 2/8 aqui

martes, 17 de agosto de 2010

curiosidad no instruida (2/8)

Ya está. La lluvia se hizo presente en la ciudad y no hay nada que puedas hacer. Se presentó sin previo aviso, sin telegramas, ni llamadas telefónicas. Se presentó lo suficientemente tarde como para que vuelvas a tu casa y agarres el paraguas que olvidaste cuando tomaste las llaves de la mesa, y demasiado temprano como para encontrarte dentro de tu oficina… Sin embargo, no es tan temprano como parece, y no tenés tiempo de ocultarte bajo un toldo o en un bar, sólo te queda caminar, pues los tacos impiden que trotes.

parte 1/8 aqui

lunes, 16 de agosto de 2010

curiosidad no instruida (1/8)

Faltan horas para verte en esa esquina, faltan horas para verte y aún no lo sabés, cómo así tampoco sabés que me vas a encontrar frente a ese bar que tanto te gusta (eso es algo que me enteré después) esperando que cruces la calle, esperándote bajo mi paraguas con una sonrisa.
Tanto reclamaste un buen chaparrón que acá lo tenés, impregnado en tus abrigos, quitándole volumen a tu pelo, mojando tus medias, arruinando el cuero de tus botas. Acá lo tenés, tal como lo pediste, como lo deseaste. No me vengas con eso de que sólo lo querías para mirar por la ventana. Que sólo lo querés un domingo por la tarde para oler ese olor a tierra que se cuela por la puerta del patio entreabierta, que avizora la llegada inminente de una tarde entre chocolate caliente o mates en tu cocina…

domingo, 8 de agosto de 2010

Barquitos de papel

Cuando los restos de chocolatada eran los que dibujaban el bigote en mi cara; cuando la lluvia nos privaba de salir a jugar al patio y los vidrios de la ventana quedaban empañados por dentro pero, empapados por fuera; cuando el televisor quedaba prendido aunque sólo se veían manchas negras, grises y blancas y la puerta quedaba hinchada y abierta por la humedad de la madera; cuando afuera sólo se escuchaba el ruido a lluvia, y el olor a perro mojado empezaba a impregnarse en los sillones; en esas tardes los lápices de colores quedaban desparramados en la mesa y, debajo de ellos, un dibujo a medio terminar, junto con la tarea para el tercer grado, aún sin hacer justo después de que las gotas dejaban de chapotear en el agua y la propuesta a ver la inundación en la avenida, se volvía inevitable. Antes de salir agarrábamos una hoja de cuaderno para luego doblarla a la mitad, llevar un vértice hacia el centro, y luego el otro, y doblar una vez más, y luego otra por aquí y allá cuidando cada uno de los pliegues, era la hora de los barquitos de papel después de la lluvia. Salía con los pies descalzos para no mojar el calzado, el jogging arremangado para no ensuciarlo, y sin embargo el metro veinte de altura hacía que, inevitablemente, me empape hasta las rodillas.
Veíamos como el agua marrón pasaba entre nuestras piernas y como flotaba sobre ellas un pedazo de botella, una hoja, un palito de algún árbol, caminábamos lentamente para evitar resbalarnos, sentíamos los pies fríos y, a su vez, el barro que nos hacía cosquillas, hasta que de repente sucedía lo que estábamos esperando: Un auto que se aproximaba y nosotros que aprovechábamos el envión para soltar a nuestros barquito con el primer impulso de las olas y luego la carrerita interminable. Los veíamos evadir obstáculos por el costado del cordón, los veíamos alejarse, humedecerse e hundirse, los levantábamos una vez, los sacudíamos y los volvíamos a apoyar cuidadosamente en el río, corríamos unos metros a socorrerlos hasta que, uno a uno, iban hundiéndose y desapareciendo.

Aquella vez nos quedamos hasta que se hizo de noche, hasta que el frío nos arranco un estornudo, pero no importó porque para ese entonces la tarde, junto con la infancia, se nos había pasado en un suspiro.

Música: Barquito de papel, Serrat.

jueves, 5 de agosto de 2010

ciudad distante.

Ella está ahí callada, distante, silenciosa, ausente. Escondida en la ventana que apunta hacia la rutina busca irse con el sonido que la ciudad le devuelve, evitando de esta forma que, sus ojos empapados de recuerdos, sean vistos.
El juego de contraluz sólo nos permite ver su sombra, su rostro indescifrable busca escaparse a la ciudad y así poder ignorar las lágrimas que presionan por salir. Sus ojos, se le llenan de amargura; su rostro, se vuelve cada vez más enigmático para el, y ella, al escaparse por la ventana hacia esa ciudad callada, distante, silenciosa y ausente busca fundirse en la masa anónima de los otros y desaparecer…

Estar en esa habitación le hace mal, Ella lo mira perdiéndose con su mirada en el tiempo.
Mientras anécdotas caminan por el aire, sentimientos y sensaciones se chocan en medio del silencio y de fondo suena por los parlantes: “mucho, mucho ruido”. Quizás sea mejor que la música los invada para restarle importancia. Pero la nostalgia, junto con promesas y recuerdos, desfiguran su rostro.

Enciende un cigarrillo, posa su codo en el marco de la ventana y desaparece, permitiendo de esa forma escaparse, nuevamente, de la realidad del cuarto y sin embargo no le queda más remedio que aceptar que hoy a él, le toca partir

y en el silencio sólo queda una ciudad que ya a él no le corresponde, y un futuro donde el nombre de ella no aparece.

domingo, 1 de agosto de 2010

A veces, la mejor opción es no pensar. Dejar pasar los pensamientos como ráfagas, momentos en segundos, borrones indefinibles que turban la mente y confunden.
A veces, hay que decidir no pensar más de la cuenta, pensar de más confunde, complica, pensar de más, está de más.
Y quizá se me acuse de cobarde, por huír descaradamente de mis emociones, pero en el mejor de los casos, no pensar y darle paso a nuevas ideas solventa muchas contrariedades y sensaciones no gratas (y no buscadas) que se podrían evitar.
No me jacto de decir una verdad bastante obvia, este fragmento pretende tener una intención sincera y sin demasiado artilugio o bella retórica.Este fragmento improvisado en el momento es lo que hay.
A veces, la mejor opción es dejarse llevar...