Ella se muerde la yema del dedo gordo
mientras sostiene el cigarrillo recién prendido
y lo mira de reojo.
Él se toma un segundo
para volver sobre lo dicho,
luego sigue hablando.
Ambos aspiran el humo.
Por accidente dos miradas
separadas se encuentran
y sus ojos no se evitan,
sus ojos dicen, brillan,
se solapan, se estremecen,
pero jamás se acercan.
Jamás.
La memoria espectral de los frigoríficos
Hace 1 semana