domingo, 24 de octubre de 2010

Acerca de la verdad escondida en los laberintos de espejo y su insignificancia O Reflexiones antes de afeitarse sobre un recuerdo de chico.

Luego de dar vueltas sin sentido ni lógica llega a un punto en el que se encuentra (se sabe) perdido. Sin embargo, al detenerse, pasa de la incertidumbre total, por no encontrar el centro, hasta la aparente certeza. Se queda quieto en perfecta armonía pero en perfecto desencuentro de si mismo frente al espejo.
Se mira, pero no sabe cual de todos esos reflejos es el que le corresponde, o peor aún, cual no le corresponde.
Cada imagen, por una fuerza que no logra comprender, yace muerta, fija e inmóvil en su lugar. Detrás de ellas aparece una multiplicación de las mismas, y así, la imagen que el creyó primera, pega en el espejo, se refracta y rebota en el de enfrente, y a su vez está nueva imagen en la del costado multiplicándose hasta perderse en un infinito que no va más allá de la habitación que lo envuelve. Sonríe y al hacerlo se queda petrificado mientras observa como su sonrisa se refleja y proyecta instantes después en los espejos.
Cree que de está forma se burla del tiempo al materializarlo, cree que se burla de la materia al desaparecer en innumerables repeticiones quedando atrapado en un tiempo que no avanza pero, en donde una sonrisa se seguirá repitiendo perfecta y estúpidamente hasta el absurdo. En esta repetición constante y a des-tiempo de repeticiones el se pierde, quedándose atrapado en la persecución del tiempo, dentro de la persecución del tiempo dentro de ese laberinto. Sabe que tiene la llave para liberarse, aunque paradójicamente, la única forma de escapar, es mantenerse inmóvil.

lunes, 4 de octubre de 2010