viernes, 26 de febrero de 2010

Rompecabezas

La verdad se muestra ante sus ojos, queda absorto, hay certeza pero angustia en su expresión. Un frío intenso y seco recorre su espalda erizando sus pelos. La verdad se apodera de él, sabe que volver el tiempo atrás será imposible y eso lo corroe por dentro. Movido por la adrenalina que le produce el querer callar las palabras ya oídas, queda a la deriva de los impulsos, la falta de lucidez nubla sus sentidos.

Enciende un cigarrillo, aspira hondo, sus pensamientos atraviesan el límite de lo perverso, se mezclan con el humo y la oscuridad de la habitación, se pierden en el tiempo y también junto con el. Sus ideas lo carcomen y logran con cada palpitación que le aumenta, con cada gota de sudor que perla su frente, que el pulso le tiemble un poco más. Los nervios lo atacan desde sus trincheras con retóricas que no se atreve a responder, su paranoia es evidente, se refugia en discursos que sólo su mente reproduce.

El cigarrillo se consume a sí sólo, la hora del atardecer se acerca, e inmóvil desde ese mismo ángulo del cuarto… piensa. Sus pensamientos adquieren formas que ni el propio Kandisnsky se atrevió a reproducir en sus obras. Resabios de claridad se convierten en muestras de incertidumbre. Cree que la solución más fácil es arrojar la moneda dejándole a la fricción del viento y la fuerza con la que la tire que hagan el trabajo por él, que le allanen el camino.

La verdad se muestra ante sus ojos, ya no hay angustia, ni incertidumbre, la imagen del rompecabezas empieza a tener forma, los fragmentos de esta historia adquieren una lógica hasta el momento oculta…

Su vida ya no.

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