lunes, 8 de marzo de 2010

Polaroid

Ojos con ciudades adentro.
Beirut en llamas,
luces anti-bombas. Explosiones.
Ojos con Beirut adentro

El día después, y la imagen es gris,
o sepia.
las casas ya no están
y en las calles solo hay chicos jugando
entre escombros.
los desesperados infantes corren
en una algarabía de felicidad.

La canción que escucho me trae a la realidad,
la imagen cambia
Ya no veo ciudades en tus ojos,
sino alfiles
y un tablero de ajedrez repitiendo eternamente el mismo movimiento,
renaciendo en cada parpadear

Acaso será el ajedrez de Carlomagno lo que veo?

Un alfil razante despunta una mirada de amenaza.
Los dedos de Capablanca se adueñan de ese peón
que ya no le corresponde a Kasparov
Y yo acá recreando en mis pupilas las tuyas
y la única reminiscencia tuya es esta instantánea.

Pensar en un simple click.
Una lente que se abre y se cierra en milésimas de segundos.
El cuadro queda pegado al papel
como una cruda imagen queda adherida en una retina.
Un click que simplifica lo que los árabes
desde el primer milenio vienen ideando.

Atrás quedaron esas sombras momentáneas,
poco nítidas,
que al primer parpadeo desaparecían.
Atrás quedó, como tantas otras cosas,
ese minúsculo orificio en la pared,
aquel que dejaba penetrar la luz,
proyectando la imagen de forma invertida en la pared opuesta.

Atrás quedo Da Vinci, y su cámara oscura,
los daguerrotipos, y los cristales pulidos a mano.
Atrás el siglo XVI y la utilización de espejos,
el dominio de las distancias.

Aprendimos muchas cosas sobre las fotos y sin embargo
el poder sortear la complicación de invertir la imagen refractada
permitiendo acomodar la efigie a la visión, no bastó para evitar que hoy,
al mirar esta foto, consiga no extrañarte.

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