domingo, 17 de abril de 2011

Cuaderno de bitácoras

“un relato puede ser como un sueño, no decides el momento en que te duermes o te despiertas y sin embargo avanzas, pasas, querrías hacer un gesto, tocar al personaje, mimarlo, cogerle la mano… pero te quedas ahí sin hacer nada. Habría pasado toda la vida y no habrás hecho nada”



o habrá pasado un instante…





Me gustaría poder llevar el cuaderno de bitácora al sueño y ver con que me encuentro al despertar. Sin embargo cuando me despierto los nombres y situaciones se escapan de mi mano, inútilmente los corro ya que nunca los alcanzó. De los restos que todavía veo, intento memorizarlos o fijarlos en mis pupilas antes de que se velen.

Me despierto deseando tener un lápiz en la mano y poder transcribir los diálogos, anotar lo que sentí, pero el ruido del despertador me desconcentra y sólo alcanzo a apagarlo. Quiero volver a dormir, quiero volver a encontrarme, en ese estado, donde uno sabe que es conciente y a la vez no lo es tanto, quiero volver para manipular el sueño, yendo detrás de lo que quedó inconcluso, para mirar de nuevo, y terminar la conversación que parecía muy clara.
Mis ojos abiertos se resignan, me estiro, agarro el cuaderno y empiezo a escribir para no olvidar, sin embargo, mientras escribo sobre el rostro, olvido la conversación. Al buscar que el relato quede lógico y secuencial le voy agregando detalles y voy modificándolo, y lo que antes eran palabras sueltas, inconexas, se convierten en una historia, a la vez que el recuerdo del sueño se sumerge en un mar de olvido.
Lo que veo no es otra cosa que un cigarrillo recién prendido que posa en el cenicero, en un extremo, el humo, en el otro, el resabio de lápiz de labio. No se de quien es el cigarrillo, pero el deseo de haber visto esa boca posada en la colilla, segundos antes, me aturde. Sé, que si me abalanzo sobre el cigarrillo y le doy una pitada, quizás sienta la tibieza de sus labios. El cigarrillo descansa en una mesa lejana a la mía, hace instantes que está solo. En mi mesa, en cambio, hay una charla y una piba que no están interesantes. La muchacha habla y habla pero yo sólo pienso en el cigarrillo que fue olvidado, veo el cigarrillo, pero no a quien lo fubama, sé que había un labio, y detrás de él, un rostro.
El despertador suena, y la historia está escrita, aunque como de costumbre inconclusa. Mientras me despabilo siento resabios de nicotina en mi boca pero no entiendo porque, al releer todo esto, entiendo un poco más, pero no queda claro, no queda claro porque hay nicotina en mi boca si no fumo, no me queda claro, a menos que…

1 comentario:

  1. Yo soy un convencido de que el dia en que logre escribir mis sueños, voy a revolucionar todo, no puede ser que mi cabeza logre imagenes tan complejas y que uno se las olvide tan rapidamente..

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